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Anécdotas durante la inauguración del Museo Bolivariano

Debo hacer un reconocimiento personal a Zara Helena Abello de Bonilla, por esta excelente idea de recopilar documentos sobre la “Fundación del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo de Santa Marta.” —Gustavo Castro Guerrero.

Es como una forma de tributo a todos aquellos que, de diversas maneras, colaboraron en la construcción y evolución posterior de esta institución. Por encima de cualquier sentimiento de gratitud y admiración, quiero hacer patente su labor y auténtico apostolado en pro de este centro cultural que Zara Helna dirige desde su fundación y cuyo prestigio trasciende hoy nuestras fronteras.

Armando Villegas, el maestro, fue el inspirador del “Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo de San Pedro Alejandrino”, y Belisario Betancur, el presidente mecenas, el gran promotor. A mí me tocó, como Ministro de Desarrollo, la honrosa y grata tarea de hacerlo realidad.

Desde un comienzo, Betancur acogió la iniciativa de Armando Villegas, en un almuerzo en su casa-taller en el norte de Bogotá, en un día del mes de marzo de 1986. La idea era unir en el arte a los países bolivarianos en un museo que expusiera ricas y variadas obras de arte de los más destacados pintores y escultores de estos países, que se construiría en los predios de la Hacienda de San Pedro Alejandrino como un tributo a la memoria del Libertador Simón Bolívar.

El Presidente, entonces, me ordenó buscar los recursos y desarrollar el proyecto en un tiempo perentorio de cinco meses, pues quería inaugurarlo el 24 de julio, día del natalicio del Padre de la Patria.

Nos pusimos manos a la obra. Escogimos a Carlos Proenza, ilustre hijo de Santa Marta con formación museográfica, como arquitecto. Alfredo Riascos, Director Nacional de la Corporación de Turismo de la época, colaboraría en la consecución de recursos que básicamente aportarían organismos privados.

Betancur me entregó cartas, manuscritas con su puño y letra, dirigidas a los más célebres pintores contemporáneos de los países andinos, invitándolos a que se hicieran presentes en el museo, que hasta ese momento no era más que un proyecto.

Armando Villegas, “emisario cultural flotante”, acompañado en algunos sitios por mi señora Angelina, y en otros por mí, entregó dichas invitaciones personalmente en sus propios países en los talleres de los artistas invitados, que tuvimos el honor de conocer. Pronto, con espíritu generoso comenzaron a donar las obras, algunas elaboradas como ofrenda al Libertador, como el rostro de “Bolívar moribundo” de Obregón.

Mientras tanto, Betancur seguía paso a paso la construcción del museo y cuidaba con esmero la parte académica y el respeto por la solemnidad propia de la Quinta San pedro Alejandrino.

Finalmente, después de numerosas vicisitudes, pero en itinerario cautivante, el recinto, acierto arquitectónico de Proenza, que logró plasmar una obra acorde con el entorno y el estilo de la Hacienda de San Pedro Alejandrino, se inauguró el 24 de julio, con todas las obras donadas por sesenta maestros latinoamericanos, que representan el patrimonio cultural de sus naciones, en una ceremonia a la cual asistieron, además del Presidente y las autoridades nacionales y locales, embajadores y célebres artistas de los seis países bolivarianos.

Dos anécdotas simpáticas, que reflejan las dificultades que tuvimos que superar, me vienen a la mente:

Cuando se acercaba la fecha de la inauguración del Museo, el Comandante de la Armada, Almirante Tito García, me llamó a decirme que tendría que cambiar la fecha, porque el 24 de julio, día de la Armada, le correspondía al Presidente presidir graduaciones, ascensos militares y no sé que otra cosa, en la ciudad de Cartagena. Cuando le trasmití esta inquietud al Presidente, me contestó: “dígale que más bien traslade la Armada a Santa Marta”. El Almirante advirtió que no tenía presupuesto para el combustible. Nuevamente, a buscar recursos, que por la generosidad de empresas privadas logré conseguir. Y así, el día de la Armada, por primera vez, se celebró en Santa Marta; hubo una gran revista naval en la bahía, marchas militares en las principales avenidas, y los marineros, vestidos de gala, hicieron guardia de honor en San Pedro Alejandrino, como preámbulo a la inauguración del museo.

La otra anécdota tiene que ver con la invitación a Colombia que le hizo el Presidente Betancur a todos los pintores que habían donado una obra al museo. De regreso de Santa Marta, el día 25 de julio, vía Cartagena donde habíamos asistido a un almuerzo en la casa de Huéspedes ofrecido por el Presidente, en el vuelo de regreso a la capital de la República, el capitán del hércules de la Fuerza Aérea, me anunció que se le había trabado el tren de aterrizaje y que tenía que bajarlo “a punta de manivela”, que tranquilizara a los pintores, que tenía que sobrevolar Bogotá mientras se consumía el combustible. Se repartió todo el licor. Algunos se asustaron. Otros preguntaron la razón por la demora en el aterrizaje. Todos daban vuelo a su fantasía creadora, hacían bosquejos unos de otros, recitaban poesías y realizaban obras fantásticas. Después de tres horas de sobrevuelo, en medio de carros de bomberos y ambulancias, aterrizamos sin novedad y los maestros pudieron abandonar el avión con signos de “alegría”. En ocasiones me he encontrado con algunos de ellos, aquí en Colombia y en el exterior, y lo primero que recuerdan es este incidente.

En resumen: Armando Villegas, vinculado familiarmente a esta región por su esposa Sonia Guerrero, logró realizar su sueño, y Santa Marta goza de un Centro Cultural que es orgullo nacional, que no solo trasmite la herencia integracionista bolivariana y exhibe los principales movimientos artísticos contemporáneos, sino que hoy constituye un espacio de vanguardia de ideas y de reuniones culturales de todo tipo.

A Belisario Betancur, estaremos los hijos de Santa Marta, eternamente agradecidos por su decisivo empeño en hacer realidad esta magna obra, llamada a tener gran incidencia cultural en las generaciones futuras. Por mi parte, puedo decir que siento una gran satisfacción de haber ejecutado esta hermosa obra, quizás la más gratificante de mi vida pública.

Gustavo Castro Guerrero.
Exministro de Desarrollo

Texto extraído del catálogo conmemorativo 15 años de la Fundación Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.
Edición de 500 ejemplares se terminó de imprimir en Santa Marta – Colombia.
Agosto 2001.

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